Esta tierra, llamada “La Perla del Desierto”, rodeada de paisajes semidesérticos y cadenas montañosas posee una franja fronteriza y un extenso litoral, y es famosa por su carne asada y por la calidez de su gente.

Ciudad heroica
Un día de marzo de 1687, hasta esta región llegó a caballo el padre Eusebio Kino para fundar las misiones de Caborca, Cucurpe, Imuris, Magdalena, Cocóspera, Tubutama, Atil, Oquitoa, Pitiquito y otras. Casi un siglo después, en 1780, los franciscanos cambiaron de lugar la misión que estaba junto al Cerro Prieto y construyeron el Pueblo Viejo y en 1797 empezaron a construir la iglesia que conocemos como Templo de la Purísima Concepción del Caborca, parte de la actual Ruta de las Misiones. Además, por decreto presidencial, el 15 abril 1987 fue declarado Monumento Histórico. El cronista de esta ciudad, José Jesús Valenzuela comenta que tal misión cobijó a los pobladores durante la invasión filibustera en abril de 1857; ahí se defendió el territorio nacional y fueron derrotados los norteamericanos encabezados por Henry Alexander Crabb que querían anexar a su país el territorio de Sonora. En esta memorable batalla, que empezó el 1 de abril, lucharon juntos hombres y mujeres, mientras niños y ancianos se refugiaron en el templo. Pronto llegaron refuerzos de Ures, antes capital del estado, para finalmente derrotar a los intrusos, que fueron fusilados el día 7 de abril; así, Caborca se cubrió de gloria. Por esta victoria, el 17 de abril de 1948, el Congreso del Estado la declaró Ciudad Heroica.


Rastros en piedra
En los alrededores de Caborca existen más de 200 sitios ideales para admirar petrograbados, aunque los más visitados por su cercanía y acceso son los del Cerro San José, en el conjunto rocoso conocido como La Proveedora en el ejido La Calera. En roca oscura de un trozo del cerro desmenuzado está la Piedra del Chamán llena de animales, grecas, cazadores y personas estilizadas, que quizá celebran una cacería o la ceremonia de la siembra. Este arte en piedra luce disperso con sus grabados eternos en otros sitios importantes como El Mójoqui, Lista Blanca, potrero de Balderrama, rancho La Cueva, Sierra del Álamo, Cerro El Nazareno, El Antimonio, Sierra La Basura, Sierra La Gamuza, Santa Felícitas, y muchos otros menos conocidos.

Para los conocedores locales como Adolfo Salido, las figuras grabadas en las rocas representan figuras geométricas y antropomorfas, animales como venados, garzas, coyotes, grecas, laberintos, cuerpos celestes, símbolos acuáticos, un calendario solar y dibujos extraños que parecen representar astronautas. Y pueden ser, tanto expresiones artísticas, como escenas rituales o ceremoniales; rutas recorridas, relatos de cacerías; plantas y animales del desierto; nombres de grupos o tribus; calendarios o fechadores; e incluso indicadores de cambios de estación y de climas. Se cree fueron hechos por ancestros de los actuales habitantes o gente del desierto.

Las antiguas culturas mogollón, anasazi y hohokam usaron una amplia red de caminos para realizar el intercambio comercial, cultural y social. Aquí los hohokam cambiaban cerámica, canastas tejidas, maíz, sal, conchas, turquesas y hasta técnicas y conocimientos agrícolas. En sitios cercanos a Caborca quedan sus vestigios como trozos de metates, hachas, ollas de color rojo, café y púrpura y hasta herramientas de piedra. También hay terrazas de rocas acomodadas como muros llamadas trincheras que se supone son huellas de estos nómadas recolectores que viajaban constantemente al mar, donde colectaban pescado, conchas y sal. Estos viajes hacia el mar los continuaron hasta principios del siglo XX.

Apuntando al cielo
Al recorrer este territorio, encontramos al habitante más llamativo de Caborca: el sahuaro o saguaro, una planta única, semejante a delgados lápices que apuntan al cielo. Es un gigante que puede medir hasta 15 m de altura, pesar cerca de 10 toneladas y vivir hasta 300 años. Su tallo alargado, sin hojas y cubierto de espinas, presenta pliegues flexibles que le permiten acumular agua, para que sobreviva en temporadas de escasez.

En esta porción de Sonora, el semidesierto alberga una enorme diversidad ecológica, donde las cactáceas y plantas espinosas suman decenas de especies que dominan extensos paisajes, con el sol como su eterno acompañante. Este horno natural cambia con las lluvias que tornan el ambiente en un vergel, las plantas germinan, florecen, fructifican rápido y traen vida a la fauna como aves, lagartijas, liebres, zorros, jabalíes, y cientos de otras especies adaptadas a estas inflexibles condiciones.

Es así como pudimos recorrer la ruta misional, encontrar vestigios desconocidos de culturas extintas y admirar los paisajes más espectaculares. Esta es una región de orgullosos pueblos que conservan las tradiciones de antaño, que conjugan el encanto del pasado con la realidad del presente, sin olvidar la calidez y hospitalidad que caracteriza al sonorense.
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